lunes, 7 de febrero de 2011

Ámbar

Alice se ve reflejada en el espejo, pero es un espejo un tanto especial, es de ámbar, un ámbar que refleja cada una de las emociones que ha vivido, pequeñas motas que han quedado congeladas en el tiempo, cuando la resina cayó sobre esos sentimientos y las lágrimas la enfriaron. A veces, momentos felices, muchos más momentos tristes, hirientes, crueles, pero que, después del tiempo, solo quedan reflejados en las cicatrices que el ámbar guarda en su interior. Es un proceso que se repite una y otra vez. ¿Quién podía decirle a Alice que era tan duro crecer? Pero, sin saber cómo, el ámbar recubre esa herida abierta y la silencia con su suave dulzor. ¿No parece miel?

Alice descubre en su espejo de ámbar su yo más profundo, aquel que ha crecido, no a pesar de, sino a través de todos esos pequeños fósiles que descansan en su interior, y toca, entre emocionada y orgullosa, sus pendientes de ámbar, regalo de alguien muy especial para ella, mientras nuevas lagrimas resbalan por sus mejillas.

Marisa

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